Artículo del mes

Mayo 2024

El luto a través de los tiempos

Las necesidades de la vida moder­na, el elevado precio de los tra­jes y las altas tarifas de los tintes han obligado a reducir las señales exteriores de duelo. Actual­mente basta con un trozo de tela negra colocado en la solapa de los abrigos o un brazalete del mismo color en la manga; y esto para los hombres y las mujeres.

En la antigüedad, encontramos modas reservadas a las ceremonias fúnebres en las cuales el color varía. En Egipto, los trajes de luto eran amarillos. En China, blan­cos y, algunas veces, azules o grises. En Grecia y Roma los tonos sombríos, y a menudo el ne­gro; para el luto de los niños, los romanos usaban el azul.

Bajo la influencia del cristianismo, que concedió más importancia a los testimonios de orden espiritual, se abandonaron poco a poco estas demos­traciones exteriores. En la Edad Media vuelven a aparecer es­tos signos exteriores y empiezan las modificaciones de los trajes de luto. A partir del siglo XVI, el negro se ge­neralizó como demostración de la pérdida de un ser querido. En Venecia se conservó duran­te largo tiempo el rojo como señal de duelo. Muchas excepciones subsistieron para el luto de las Cor­tes. En el siglo XIV, el luto para el rey era púrpura o violeta, y para la reina, blanco. Las reinas viudas se vestían de blanco para toda la vida; ade­más, debían permanecer durante un año en una habitación tapizada de negro, pues el luto se extendía tam­bién al mobiliario.

En el siglo XV, las mujeres que es­taban de luto se cubrían con un gran abrigo negro que llevaba una especie de capucha, como llevan todavía cier­tas viudas de pescadores en Bretaña. Este abrigo fue reemplazado por un gran sombrero de tela de Ho­landa que envolvía enteramente la ca­beza y les caía por la espalda. Las viudas llevaban alrededor de la frente una especie de toca como las de las monjas. Durante algún tiempo, las viudas adoptaron también el luto blanco, reservado hasta entonces a las reinas.

En el siglo XVII, los hombres se en­volvían igualmente en un abrigo ne­gro y llevaban un sombrero en forma de cono truncado, de cuyas alas col­gaba un crespón negro. Este traje de duelo era obligatorio para visitas de pésame. Algu­nas casas importantes, cuando sus dueños tenían la desgracia de haber perdido a una persona de la familia, formaban una especie de guardarropa, donde los visitantes encontraban abrigos y sombreros. Con esto, la etiqueta estaba salvada, no quedaba más que de­volver estas prendas a la salida, sin olvidar una propina para la persona encargada de este trabajo.